Rosácea: las claves que todo farmacéutico debe saber

Sin duda, una de las categorías de la farmacia que más triunfa en los últimos años es la dermocosmética. Y es también una de las categorías más rentables para las boticas. Esto se explica, por un lado, con el aumento del número de personas preocupadas por su estética o por retrasar los signos del envejecimiento entre otras cosas. Al llegar a la farmacia, estos nos expondrán sus dudas acerca del cuidado y limpieza de la piel, y muchos se suman a iniciar rutinas diarias de skincare. 

Por otro lado, rozando nuestra vertiente más sanitaria, encontramos a menudo consultas sobre patologías que afectan a este órgano. Un alto porcentaje de la población tiene problemas dermatológicos como el acné, la dermatitis o psoriasis. Hoy nos centraremos en uno de estos problemas que podemos ver tras el mostrador de la farmacia: la rosácea. Aquí tienes las claves imprescindibles para una atención TOP en el mostrador de la farmacia. ¡Sigue leyendo!

¿Qué es la rosácea?

Para empezar, debemos conocer que la rosácea se trata de una patología de carácter inflamatorio y crónico. Afecta a la piel de distintas maneras y en brotes desencadenados por ciertos factores, de los que hablaremos más adelante. Esta enfermedad, además, la sufre el 5,5% de la población adulta según los datos del CGCOF. Si una persona acude a la farmacia por una consulta sobre rosácea, lo más probable es que se trate de una mujer de más de 30 años y con un fototipo de piel clara.

Los síntomas más comunes que presenta una persona con rosácea son eritema en la cara, (que se da al principio y de forma pasajera) y enrojecimiento persistente (conocido como flushing) durante tres o más meses. También pueden aparecer pústulas, pápulas, dilatación de los vasos sanguíneos, sequedad y el usuario puede sentir quemazón y la piel tirante. Con menos frecuencia pueden darse casos de edemas en la cara, problemas oculares, y engrosamiento de la piel, normalmente en la nariz.

Como podrás ver, la zona del cuerpo que se ve más afectada por este problema es la cara. Sobre todo, se concentra en las mejillas, la nariz, la frente y el mentón. Sin embargo, también podemos encontrar signos de rosácea en el cuello, las orejas, el cuero cabelludo o zonas del tronco.

Tipos de rosácea

Imagina que un usuario entra en la farmacia para una consulta sobre rosácea. Si no es evidente que padece esta patología o los signos pueden deberse a otra afección dermatológica, nuestra labor como farmacéuticos será la de derivar al médico. Si por el contrario esta persona ya ha sido diagnosticada o tiene señales muy claras de rosácea, nuestros consejos variarán según las manifestaciones que presente. O en definitiva, según el tipo de rosácea que padezca.

Esta patología puede dividirse en 4 tipos que presentarán signos distintos, afectarán a diferentes zonas, y que responderán mejor o peor a cada uno de los tratamientos. Como comentábamos en nuestro artículo 3 claves para cerrar una venta en farmacia, la escucha activa y preguntar será muy importante para obtener toda la información sobre las necesidades que tiene esa persona. En este punto, nuestra misión será la de identificar cuál de esos 4 tipos de rosácea es la que presenta, de manera que nuestras recomendaciones y nuestra dispensación vaya orientada a solucionar los problemas de ese usuario en concreto, de forma individual y personalizada.

Los tipos de rosácea son:

  • Rosácea eritemato-telangiectásica. Este tipo afecta a la piel mediante el enrojecimiento y la dilatación de los vasos sanguíneos.
  • Rosácea papulo-pustulosa. En este caso, aparecerán también lesiones en la superficie de la piel como las pápulas y las pústulas. Estas últimas pueden llegar a confundirse con acné.
  • Rosácea fimatosa. Se da una hiperplasia sebácea que provoca el engrosamiento de la piel de ciertas zonas. La más común es en la nariz, aunque también puede aparecer en los párpados, el mentón o la frente.
  • Rosácea ocular. Por último, encontramos el tipo de rosácea que causa molestias, irritación y sensibilidad a la luz, lo que afecta a la visión de quien lo padece.

Causas que la originan

Ya hemos identificado el tipo de rosácea que presenta la persona que tenemos frente al mostrador de la farmacia. El siguiente paso será el de ayudarle mediante recomendaciones y, si procede, dispensación. 

Lo primero que podemos aportar como profesionales sanitarios es información sobre las medidas higiénicas que puede seguir para mejorar su cuadro clínico. La primera de estas medidas será ir a la raíz del problema. Es decir, evitar los desencadenantes de los brotes para que la rosácea aparezca menos frecuentemente o de manera más leve. Las causas de esta enfermedad no se conocen con exactitud. Pueden estar relacionadas con la genética, el sistema inmunitario, la presencia de microorganismos, etc. Lo que sí se conoce son los factores desencadenantes, de los que hablaremos al cliente para que trate de evitarlos. Son los siguientes: 

  • Ambientales. Entre ellos se encuentra el calor, el sol, los cambios de temperatura bruscos, etc.
  • Alimentarios. En esta categoría entra el consumo de alcohol, comidas picantes, alimentos y bebidas muy calientes, y ciertos alimentos concretos como el chocolate.
  • Sustancias. La exposición a ciertas sustancias tópicas también pueden desencadenar un brote de rosácea. Entre ellas encontramos ciertos cosméticos, acetonas, retinoides y corticosteroides.
  • Otros. Por último, encontramos desencadenantes como el estrés, la ansiedad, la menopausia, hábitos de vida como el ejercicio, etc.

Tratamiento contra la rosácea

Una vez que le hemos hablado al usuario acerca de los factores que debe evitar, pasamos al tratamiento. Aunque no existe un tratamiento que cure definitivamente esta patología, se pueden tratar sus síntomas. Actualmente existen tratamientos tópicos, como antibióticos, sobre todo para tratar el eritema. También tratamientos sistémicos como la doxiciclina, efectivos para las pápulas y pústulas. Y, por último, terapias físicas como la cirugía y el láser. Estas son utilizadas tanto para el enrojecimiento como para los casos de rosácea fimatosa.

Objetivos del farmacéutico en relación con el tratamiento

A la hora de dispensar y aconsejar acerca del tratamiento contra la rosácea, tendremos los siguientes objetivos:

  • Aliviar la sintomatología
  • Ayudar a camuflar las lesiones cutáneas que provoca la rosácea.
  • Comprobar que el usuario no utiliza medicamentos o productos tópicos que estén contraindicados en caso de Rosácea.
  • Recomendar productos con los que contemos en la farmacia o medicamentos de indicación farmacéutica que puedan ser efectivos según los problemas y necesidades del usuario.
  • Comprobar si la persona que estamos atendiendo tiene, además de rosácea, otras patologías que se pueden dar a la vez como el acné o la dermatitis seborreica. En caso de que sea así, se debe tener en cuenta para que el tratamiento de una de las dos patologías no empeore la otra.
  • Y, por último, derivar al médico en caso de que haya problemas con el tratamiento como por ejemplo, que aparezcan efectos adversos o empeoren los síntomas.

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